Página web que reúne publicaciones y otros documentos afines, del colectivo Copal – Solidaridad con los grupos nativos, activo en Perú entre los años 1980 y 1992.

Amazonía Indígena No. 6

Año 3 – Marzo, 1983

Editorial
Revista Amazonía Indígena Nº 6, marzo de 1983

A decir de los distintos gobiernos republicanos, las fronteras siempre han constituido un gran problema para ellos. A Pesar de esto, todas han sufrido considerables recortes.

Específicamente para el caso de la Selva, más allá de las declaraciones líricas de patriotismo, lo cierto es que no sólo existe un gran desconocimiento por lo que sucede en las fronteras, sino también un terrible abandono. Las palabras de preocupación por esas no guardan así una coherencia con su abandono y con el mal trato que reciben los pobladores que allí viven.

En la década del 60 se emprendió la colonización militar en el distrito de El Cenepa (Bagua, Amazonas) con el fin estratégico de defensa del territorio nacional. La idea era establecer 6 núcleos piloto de colonización, a partir de los cuáles se organizara el reparto de tierras a los colonos y se les brindara asistencia técnica.

El primer núcleo, sin embargo, fue y aun fracaso. Los colonos se enfrentaron con un medio ambiente ajeno a su propia realidad y que no respondía a las labores agrícolas en la forma como ellos esperaban. Los ingenieros y técnicos, con el mismo o mayor desconocimiento de la situación real que los mismos colonos (después de todo, éstos, como campesinos, tenían la experiencia vital del trabajo del campo), fueron por lo demás los encargados de despertar y fortalecer, mientras pudieron, las falsas expectativas de los colonos.

La dinámica social, movida por el hambre y la miseria de los colonos, rebasó los cálculos y previsiones de los planificadores. El asentamiento previsto cedió paso a la ocupación caótica del espacio. Fruto de esto, de la escasa productividad de los suelos que había sido estimada no a partir de su capacidad real sino de las ilusiones que en torno a ella se tejieron, de la falta efectiva de asistencia y orientación (mal la podían dar quienes no conocían el medio), de los problemas crediticios, de transporte y comercialización, la experiencia fue un fracaso.

Este, como otros casos de colonización, no han sido más que un método de exportación de miseria, de recreación de ésta al otro lado de los Andes. Y este es, a nuestro entender, el principal “error” de las colonizaciones, ya que mal puede esperarse bienestar, trabajo y justicia únicamente por el hecho que poblaciones desposeídas sean trasladadas a la selva. En la medida que ésta siga siendo una sociedad que base la prosperidad de nos pocos en la miseria y explotación de las nuevas mayorías, mal puede esperarse que la situación de campesinos y pobladores de barrios urbano marginales cambie por solamente haber sido trasladados a la Amazonía.

Pero en el caso del Alto Marañón, como en otros, la colonización se produjo a expensas de las tierras y recursos naturales de la población nativa y también de la explotación de su mano de obra y del escenario de su cultura. Los Aguaruna y Huambisa, quienes hoy día bordean 30 000 personas, sufrieron la usurpación de sus tierras incluso vejámenes personales, algunos de los cuales son relatados, por ejemplo, en La Casa Verde de Vargas Llosa.

Y es que la población nativa, en ésta y otras colonizaciones, ha sido el Convidado de Piedra del festín “civilizatorio”. No importaba que en el caso del Alto Marañón su número fuese suficientemente como para justificar considerarlos agentes principales del desarrollo de la zona, a lo cual hubiesen podido contribuir con su experiencia, conocimientos y riqueza cultural. Ideológicamente la explotación de los nativos se justificó alegando argumentos de viejo cuño racista y etnocéntrico. Si hoy su situación ha cambiado es, fundamentalmente, por la capacidad organizativa que han demostrado para hacer prevalecer sus derechos.

Recientemente, se ha revivido un argumento que comenzó a ser usado durante la época del caucho por quienes dirigían esta actividad. Políticos del partido gobernante señalan que los nativos no son peruanos o, peor aún, que son traidores a la patria.

Quienes así opinan tratar de justificar su oposición con el hecho que casi todos los grupos nativos asentados en las zonas fronterizas del Perú, se encuentran también al otro lado de éstas, en los países vecinos. Una mínima consideración histórica, sin embargo, nos hace ver que las fronteras nacionales, que por lo demás tantos desplazamientos han experimentado durante los siglos XIX y XX, son posteriores (muy posteriores) a la existencia y consolidación de las etnias amazónicas.

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El relato de O’ ioi

Autor: Guyot, Mireille